Siempre hemos aprendido de nuestros mayores, especialmente los de un origen más humilde y rural, que uno recoge lo sembrado… si es que el mal tiempo no se ha llevado la cosecha por delante. Pero el buen labrador sabe que ese año vivirá de lo ahorrado. Cuando son varios los años seguidos, esos ahorros han menguado, sin duda, pero no ha dejado de trabajar la tierra esperando la buena cosecha. Su meta no cambia en lo esencial porque ya sabe qué frutos obtener. Su plan se ajustará al entorno, al clima, al tiempo, algo que no puede controlar, pero sí preveer. Y tras dos años de “malas cosechas” su primer objetivo es recortar gastos y ahorrar, de momento, a la espera del buen tiempo, de las buenas cosechas.
En un país tan festivalero, donde uno monta un chiringuito en medio de la calle amenizada con una charanga traida de algún pueblo vecino, entender el concepto de ahorro, no siendo de campo, es complicado. Incluso se diluye con las remesas de bonanza que enrrachan varios años creando una peligrosas sensación de País de Jauja, leche y miel, kalimotxo para todos y buen Death Metal redentor. La cigarra y la hormiga. ¿Lo recuerdan?
Quien sudorosamente cada día ha sembrado, labrado, purgado, regado y cosechado la tierra, sin calendarios ni horarios, sabe de la fustración profunda de encontrarse sin nada, o peor aún, con un campo más yermo, tras tanto esfuerzo. Pero sabe que es de ahí de dónde va a comer. Nada ni nadie con su palabrería le va a alimentar. Su esperanza está en que venga la buena climatología. No en promesas hueras.
Ver a los hijos ilusionados con los fenómenos de feria como trileros e ilusionistas es normal, natural. Es la experiencia la que te dice que más vale malo conocido que bueno por conocer. Y que se tiene más confianza en quién ha hecho y experimentado que en quién se va a comer el mundo sin antes haber cogido una azada.
Sentado en casa, con el mando en la mano, todos gobernamos el mundo y hacemos la alineación del equipo sin problemas e intenso conocimiento. Levantarse ya puede empezar a fastidiar y caminar es arriesgarse a tropezar, recibir un macetazo, acabar sobre el capó de un coche, encima del manillar del “Cipollini” de turno, etc. Pero recordar que fue tropezando que nos curtimos y aprendimos a andar y a correr. Que seguramente las mejores lecciones de vida, sobrepuestos a ellos, surgieron de tremebundos errores.
En unos días se tiene que decidir a quiénes deben gobernar. Con brotes ya en el campo decidir si los arrancamos y nos dedicamos a la “cannabis sativa” o dejamos el sembrado de alimentos de fundamento.
Si nos controla el hartazgo, la fustración, la ira, como buenos labradores deberíamos saber que eso recogeremos. No cabe otra cosa. Aunque vengan años de buen clima, buenas lluvias y no falte el chorro de agua. Esa bonanza tan esperada antaño, que nos llevó a la crisis, será dilapidada y, con ello, se prorrogará tal crisis quizá, de manera crónica. ¡OJO! No todos los campos están preparados para recibir cualquier cultivo. Mi abuelo, que cultivaba en las Bardenas, veía como se quebraba la tierra paulatinamente en torno a su trigo, su cebada, su alfalfa.
La gente joven es natural que esté llena de sueños e ilusiones. Lo inaúdito es ver gente adulta, bregada, trabajadora y sufridora en silencio sucumbir a promesas y utopías originadas por personas que no han tenido experiencia alguna sobre aquéllo que promulgan. Pero así se movió toda la criticada conquista de América, basada en la promesa de El Dorado. Las paradojas de la vida vienen dadas por el hecho de que quiénes confiesan su odio a tales motivaciones son los primeros que emplean tales demagogias para alimentar una esperanza.
Así mismo hizo, tal cual, paso a paso, un mediocre cabo del ejército austríaco hace menos de un siglo y en uno de los países más civilizados y culturalmente avanzados. Le vino la Fortuna a ver con una Crisis del 29 que le catapultó a la primera línea. El final es harto conocido, desgraciadamente. La misma parafernalia.
¡Fíjense, de corazón, porque nos va a todos mucho en ello! No crean que se va “sólo” a por algunos. En el frenesí se termina por ir a por todo lo que moleste. Y molestarán muchas cosas porque no hay más contenido que la pura fantasía.