Fungiendo de planeta alrededor de mi sol más cercano, finalizo otra translación, otro ciclo vital. Y de las lecciones aprendidas durante éste último, coliges que, de las interacciones con los astros y estrellas más cercanos y no tan próximos, la interdependencia de las fuerzas e influencias no han funcionado cómo pensabas. Con la lógica más natural que creías poseer, las conclusiones forjadas tajamente con anterioridad, están bajo la sospecha y la duda. Es necesario, cuando menos, una revisión de los principios que rigen tu existencia.
Como sucede con el resto, en mi universo la physica conocida supone apenas un puñado de gotas respecto al océano colosal sobre el que descansa. La distancia y la densidad a la que nos situamos cada uno de los fenómenos durante nuestras translaciones, durante nuestras revoluciones orbitales, ejerce una gravedad cotidiana en nuestra vida interior.
Es necesario observar y analizar las fulgencias que iluminan tus noches y el paso casi imperceptible, invisible, de cometas de trayectorias elípticas que no sabes si buscan el cruce o la unión permanente de los cuerpos en aras a compartir definitivamente una misma órbita.
Por otro lado, quizá este sobrevalorada la influencia que ejercen otros cuerpos astrales más cercanos, de tu mismo sistema solar, incluso, tu propio sol. Es necesario revisarlo, medirlo, sopesarlo…
Perteneces a él desde que naces, y mientras perdura la luz paternal y el calor maternal, a mayor o menor distancia, orbitas en derredor de él. Pero no siempre es así…
Hay que seguir viviendo y tomando notas en nuestra observación. Recalibrar nuestros sistemas y nuestros métodos de medición. Pero, sobre todo, cuidar, y no descuidar, de los nuevos satélites que van creciendo y adquiriendo la sabiduría y destreza necesarios para transformarse en fulgorosos planetas llenos de vida explorando y marcando, poco a poco, otra trayectoria orbital sobre la que trasladarse cíclicamente…