Es increible cómo, de una forma inocente, discreta, inopinada, hay personas que se acercan a tu vida, están cotidianamente a tu lado durante un ciclo o dos, conviviendo, compartiendo silenciosa e intensamente momentos y detalles aparentemente inanes e intranscedentes, y estableciendo sutilmente una cadencia vital, acompasada, suave, melódica, diaria…
Amaneces una mañana y, ¡de cuajo!, notas que ha dejado esa huella, esa impronta humana, tan hendida, tan profunda que necesitará mucha lluvia, viento y sol para desdibujarse… si realmente lo hace.
Cosas de ese juego intrincado en el que la mente, a veces, te involucra. Un arrítmico chirrido brota en tu cerebro para convertirlo en el recuerdo de una sencilla, breve y poderosa canción de Simon & Garfunkel:
Time it was, and what a time it was, it was.
A time of innocence, a time of confidences.
Long ago, it must be, I have a photograph.
Preserve your memories, they’re all that’s left you.
(Bookends)
Para formar parte de un universo tan ilimitado, la finitud de algunos momentos se hace insoportable, tan humana: Mutas mutandi…
Con todo, y como todos, ¡feliz día! 🙂